sábado, 26 de abril de 2014

II - ¡Inclinaos!

Elevo una plegaria a los dioses,
Sea cual sea su identidad o su nombre,
Para agradecer por el canto del viento entre las hojas,
Por los colores del amanecer y del ocaso,
Por mis hermanos,
Por el aire que respiro

Quisiera pedirles que labren mi templanza, para
forjar con ella la espada de la paciencia.

Que calmen las aguas de mis inquietudes
Para no sucumbir ante la incertidumbre.

Que permitan que la vida me sorprenda,
Manteniendo intacto lo que queda de inocencia.

Que me den la facultad de cultivar la diligencia,
Para cosechar de ella los frutos de la sabiduría.

Que la estrella de la buena fortuna alumbre
mis pasos, para ahuyentar a los demonios que
se esconden en mi oscuridad.

Que la soledad y el desamparo sean el pan
que alimenta mi amor y mis sonrisas

Con las rodillas en la tierra y mis ojos puestos en
los suyos, ruego que el canto de las aves sea el mediador
de mis palabras, y las lleve hasta donde estén.

Amén

martes, 1 de abril de 2014

0 - ¡Despierta!

Despierta, Princesa.
Dime cómo llegaste hasta aquí.
Oh, ¿No sabes la respuesta?
Está bien. A veces (Solo a veces)
nuestro pasado no es importante.
¿Quién eres? o quizás, la pregunta
debería ser "¿Quién serás mientras estés
aquí?"

Yo digo que eres un ave.

Puedo ver tus alas rotas,
Puedo verte luchar contigo misma y
tus inmensas ganas de volar.

Es difícil habituarnos a lugares nuevos,
a gente nueva, a amores nuevos,
a mundos nuevos.

Pero así debe ser.

Incluso tú, desde el mismísimo instante en que
aterrizaste aquí, eres alguien nuevo. Por lo menos
para mi, lo eres.

Puedo ver la Reina que escondes tras el miedo,
Puedo ver tu reino y a tu gente.

¿Dónde estás, querida?
¿Estás perdida?
¿Existe una razón por la cual hayas venido?
No lo sé, ni me importa.
Y probablemente, tú tampoco lo sabes
Pero si estoy seguro de que te importa,
y te digo, ya no más.

Deja de lado tus demonios. ¿Caminamos?
Te invito a comenzar un nuevo viaje.

Pero antes, despierta.

Despierta.

¡Despierta!

miércoles, 4 de septiembre de 2013

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

Santiago, 1854. Una ventana da a la calle. 

JAVIERA asomada a la ventana, mira las estrellas.

Entra IGNACIO.



      IGNACIO: - Javiera.
      JAVIERA: - ¿Ignacio?
      IGNACIO: - ¿Qué es la vida?
      JAVIERA: - ¿La vida?
      IGNACIO: - La vida.
      JAVIERA: - La vida es un flujo constante de energías, de ondas que entran y salen de fase; la vida es un camino cíclico que posee niveles y dimensiones, la vida es sueño, es una niña que nos regala flores. La vida es amor, y a su vez, el amor es el primer escalón hacia las puertas de aquello que llamamos vida.
      IGNACIO: - Estoy anonadado.
      JAVIERA: - ¿Por qué?
      IGNACIO: - Una de todas las cosas que dijiste me cautivó de sobremanera.
      JAVIERA: - ¿Qué cosa? (Ríe). Y eso que me come el sueño...
      IGNACIO: - "Es una niña que nos regala flores". Eso es la vida, no podría ser sino eso.
      JAVIERA: (Sonríe). Es hora de dormir. Buenas noches, mi niño.
    IGNACIO: - Si algún día me regalas una flor, me veré en la obligación de despedirme de ti diciendo "Buenas noches, mi vida". Hasta entonces; buenas noches, mi niña.
      JAVIERA: - ¡Deberías escribir eso!
      IGNACIO: - Es lo que haré, con pergamino y pluma en mano.
      JAVIERA: - Hermoso. ¿Lo compartirás conmigo?
      IGNACIO: - Solo si me autorizas a parafrasearte de la manera más ornamentada que pueda imaginar.
      JAVIERA: - Autorización concedida. Un beso. (sale).
      IGNACIO: - Otro. (sale).


miércoles, 30 de enero de 2013


Si tuviéramos que establecer un parámetro,
diría que tres conejos blancos con reloj
no serían suficientes para describir la
prisa que tenía en ese momento. Salía del
trabajo, ocho horas de mover cajas y atender
personas descontentas con sus vidas mediocres,
personas que no saben que su vida es mediocre
porque siempre están descontentas.
Corría, corría porque debía estar a tiempo
para mi clase, la primera clase de éste,
mi último año.

Pasaría una vida entera hablando sobre la vida
que he vivido en los pasillos y los patios de
la Universidad. Mientras corría codo
a codo con el tiempo en una carrera en la cual
claramente tenía la desventaja, recordé un montón de
cosas que, por gracia del tiempo nuevamente,
tenía archivadas para cuando la preocupación
del trabajo (Que era, básicamente, llegar a
dormir por las noches, para levantarme temprano en
las mañanas) me dejara
un espacio.

Corría como si no sintiera cansancio,
aunque mi cuerpo me pedía a gritos que me detuviera.
Llegué a la puerta principal de mi alma mater,
con unos minutos de sobra y con una disposición
mucho más grande que el instante que había ganado
para recuperar el aliento.

Al entrar, divisé a lo lejos un grupo de personas
extrañamente familiar: Mis amigos de siempre
(O quizá, no tan de siempre...), todos agitados
con la fiebre del inicio de un nuevo período académico,
hablando de sus vacaciones, de sus amores, de sus
desamores y de sus vivencias.

Entre ellos, estaba ella. Al darme cuenta quise
retroceder, pero era demasiado tarde, pues me había visto
y se dispuso a saludarme mientras se acercaba a mi dando
pasos veloces.

En mi confusión y desconcierto, di la vuelta rápidamente
y volví a correr con la prisa de más de 3 conejos blancos
con relojes, y ella corría detrás de mi... ¿Por qué me seguía?
¿Por qué corría de ella?

No lo sé, simplemente seguí corriendo. Tanto así,
por tanto tiempo y tanta distancia, que en el horizonte
mi casa se hacía cada vez más grande.
Mis pies sin siquiera preguntármelo
me condujeron hasta aquel lugar que era como un templo,
como un refugio donde podía estar solo conmigo y nadie más.

Me detuve unos segundos y miré hacia atrás, ella continuaba
siguiéndome. No tuve tiempo para pensarlo y seguí corriendo...
Una vez atravesando aquellas puertas estaría a salvo... ¿A salvo de qué?

Logré llegar, no hay que mencionar el lío
para encontrar las llaves, abrir la puerta,
entrar y cerrarla en el momento exacto en el que ella llegaba
hasta el corredor.

La oí golpear un par de veces, y la única respuesta que obtuvo
de mi fue un instantáneo "Dame un momento" (Últimamente, una muletilla
muy común en mi), pero ¿Qué haría en ese momento, o cuánto duraría?

Mientras pensaba en éstas y otras cosas, un sonido particular y conocido se hacía
cada vez más fuerte, como si tratara de despertarme... ¡De despertarme!

La alarma sonaba incansable, cumpliendo su trabajo muy puntual
y muy eficiente.

El escenario entonces se hizo un poco más claro, o se enredó más, no sé...
Pero lo que si sabía, era dónde estaba y lo que podía hacer.
Podía decidir. ¿Abrir la puerta y encontrarla, o despertar definitivamente
y escapar de aquel tormento?

Quizá soy un cobarde, pero en conocimiento de este nuevo y mágico poder,
la miré por la rendija de la puerta y, con una sonrisa que no sé
qué quiso decirle, me levanté a preparar el desayuno pues, como todos los días,
en pocos minutos debía ir a trabajar.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Escucha, Kamala: Si arrojas una piedra al agua, se hundirá hasta el fondo por el camino más rápido.
Lo mismo ocurre cuando Siddharta se propone una meta. Él no hace nada más que esperar, ayunar
y pensar, y sin embargo, atraviesa las cosas de este mundo como la piedra en el agua, sin moverse
ni agitarse, sólo dejándose caer. Es atraído por su propia meta, pues no hay nada en su alma que
pueda ir en contra de su objetivo. Eso es lo que Siddharta aprendió con los samanas. Aquello que los
necios llaman magia y atribuyen a la acción de los demonios. Nada es obra de los demonios porque
estos no existen. Todos pueden hacer magia y alcanzar sus metas si saben pensar, esperar y ayunar.

Fragmento de Siddharta, Hermann Hesse

jueves, 6 de diciembre de 2012


¿En qué nos hemos convertido, maestro?
Lo que me mostraste hace ya tantos años
es ahora nada más que un viejo libro acumulando
polvo en aquella estantería maltratada
por el paso del tiempo.

La magia se transformó en ciencia,
Los hechiceros en científicos.
Aquel hombre joven de entonces, que
en las noches caminando por la costa
hablaba de sueños inimaginables,
hoy ve sombreros donde solía haber serpientes
que devoran elefantes.

Alguien me dijo una vez que en mis
manos estaba el secreto del universo
que mi determinación me ayudaría
a comprender el lenguaje con el que
Dios había escrito el libro de la vida

Y aún si fuera cierto, ¿Dónde están
los hombres que padecen de curiosidad?
Cuales gatos callejeros fueron eliminados
al verse tentados de robar un pez para
saciar esa hambre que no se satisface

Hoy aquello me incomoda, y como a tientas
trato de encender en ti aquel faro
que fue mi guía en los días de mi juventud
Y tu insensibilidad ante las estocadas
de mi navaja son tan evidentes que me
arrastras a mirar el mundo casi tan
fríamente como tú, maestro.

Pocos quedamos dionisíacos
Pocos quedamos curiosos
Pocos quedamos soñadores

Supongo que, después de todo,
el relevo debe ser tomado por
quienes siguen avanzando en
esta competencia y espero poder
como tú, viejo maestro, iluminar
a otros tantos jóvenes polluelos
a tomar el camino de la sorpresa
y el conocimiento, el camino de la luz
y el saber por el simple hecho
de querer avanzar.

Los ídolos están hechos de cristal
y poseen pies hechos de barro.
Caíste, te quebraste en miles de pedazos
y eres polvo irreparable que
eventualmente, como todo, será
llevado lejos por el viento.



Dedicado a mi maestro, aquel que encaminó mis pasos
hacia donde estoy hoy día y que, así como logro percibir,
tomó un sendero distinto, agobiado por las presiones y la
efervescente - y molesta - insistencia del dinero.

martes, 4 de diciembre de 2012

Elfriede

¡Oh Elfriede!
¿Cuál es la esencia de una rosa?
Si te desnudaras ante mi de tus espinas y tus hojas
¿Dejarías de ser tú, quien me miente y me despecha?

Y aún si el paso del tiempo
hace de ti lo que conmigo, y
tu belleza hecha de pétalos cae
convirtiéndome en bestia
¿Dejarías de ser tú, quien me da vida y atormenta?

Hoy camino y te pienso, Elfriede querida
Vuelan hojas en el viento y la vida,
con menos ruido que de costumbre,
me devuelve la nostalgia de tu risa y tu color.

¿Cuál es tu esencia, rosa mía?
¿Se parece a lo que el hombre conoce como amor?
¿Es visible a los mortales, o un secreto
hecho con sangre?

No me importan tus desaires
ni tu falsa algarabía
si eres única y mía,
oh Elfriede, solo mía.