jueves, 6 de diciembre de 2012


¿En qué nos hemos convertido, maestro?
Lo que me mostraste hace ya tantos años
es ahora nada más que un viejo libro acumulando
polvo en aquella estantería maltratada
por el paso del tiempo.

La magia se transformó en ciencia,
Los hechiceros en científicos.
Aquel hombre joven de entonces, que
en las noches caminando por la costa
hablaba de sueños inimaginables,
hoy ve sombreros donde solía haber serpientes
que devoran elefantes.

Alguien me dijo una vez que en mis
manos estaba el secreto del universo
que mi determinación me ayudaría
a comprender el lenguaje con el que
Dios había escrito el libro de la vida

Y aún si fuera cierto, ¿Dónde están
los hombres que padecen de curiosidad?
Cuales gatos callejeros fueron eliminados
al verse tentados de robar un pez para
saciar esa hambre que no se satisface

Hoy aquello me incomoda, y como a tientas
trato de encender en ti aquel faro
que fue mi guía en los días de mi juventud
Y tu insensibilidad ante las estocadas
de mi navaja son tan evidentes que me
arrastras a mirar el mundo casi tan
fríamente como tú, maestro.

Pocos quedamos dionisíacos
Pocos quedamos curiosos
Pocos quedamos soñadores

Supongo que, después de todo,
el relevo debe ser tomado por
quienes siguen avanzando en
esta competencia y espero poder
como tú, viejo maestro, iluminar
a otros tantos jóvenes polluelos
a tomar el camino de la sorpresa
y el conocimiento, el camino de la luz
y el saber por el simple hecho
de querer avanzar.

Los ídolos están hechos de cristal
y poseen pies hechos de barro.
Caíste, te quebraste en miles de pedazos
y eres polvo irreparable que
eventualmente, como todo, será
llevado lejos por el viento.



Dedicado a mi maestro, aquel que encaminó mis pasos
hacia donde estoy hoy día y que, así como logro percibir,
tomó un sendero distinto, agobiado por las presiones y la
efervescente - y molesta - insistencia del dinero.

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