Esta es una de esas noches en el campo,
donde no tengo el ánimo ni idea alguna para
escribir algo literario y estúpido, ni nada que
se parezca a los sentimientos de alguien
enamorado de una idea más que de una persona.
Esta es una de esas noches en el campo,
de esas donde miras un caballo
correr por terrenos que parecen no tener fin.
Se está poniendo el sol y las montañas
son violetas, combinan con las flores que bailan con el viento.
Huele a campo, con todo lo que implica.
Huele a cerdo y a humo, el agua corre
y cantan pájaros que jamás antes habías escuchado.
Es de esos días donde conoces gente amable,
donde un abuelo te regala las primeras cerezas
tomadas del árbol mismo y su nieto,
maravillado mostrándote su mundo, te regala
caramelos mientras habla del tamaño de los dinosaurios.
En noches como éstas busco inspiración en los grandes,
Y la encuentro en aquellos que han firmado el libro de mi vida
y de una forma u otra se han convertido en mis maestros,
aunque de ellos solo guarde un concepto en mi cáscara de nuez.
Estoy rodeado de libros, de cada uno he leído una frase y,
como si del destino se tratase, han reforzado mis cimientos,
y evocan en mi mente esos sentimientos jóvenes y adolescentes,
los deseos de cambiar el mundo, las proyecciones que se tienen
de uno mismo, bromas que otrora me robaron el aire, aventuras
y noches en vela.
En días como éstos hasta el té tiene otro sabor.
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